Los psicólogos infantiles llevan tiempo avisando que el confinamiento pasa especial factura a los más pequeños, que acumulan grandes dosis de estrés y frustración que no saben cómo canalizar. Esto sumado a que para los mayores también está siendo sumamente complicado compaginar el trabajo, las tareas domésticas y la atención a los niños, a los que además hay que ayudar especialmente para que no pierdan el ritmo de clase. El resultado es que puede resultar aún más fácil perder la paciencia y cometer el error de gritar a los niños.
Pero gritar no es la solución. Al hacerlo no solucionamos el problema ni corregimos la conducta del niño, tan solo les generamos tensión que provoca emociones negativas en los niños como miedo, tristeza, rabia, baja autoestima, inseguridades, ansiedad, estrés, ira, agresividad, etc. “La realidad es que lo único que conseguimos es crear una tensión innecesaria, que con el tiempo deja una huella importante en la personalidad de los niños. Si nosotros no podemos controlar nuestras emociones, los niños tampoco podrán y esta tendencia se mantendrá en su vida adulta”, explican los asesores psicopedagógicos de la editorial RUBIO.
Por eso es fundamental educar sin gritos, y mucho más hacerlo ahora durante estos días tan complicados para todos. Lograrlo puede suponer un esfuerzo, pero el cambio será positivo para todos. Los psicopedagogos de RUBIO nos dan cinco pautas, que pueden ayudarte a conseguirlo:
Ser empáticos con nuestros pequeños nos ayudará a comprenderles mejor y ser conscientes de sus necesidades para poder ayudarles y darles respuesta. Si nos ponemos en su lugar les comprendemos mejor, para saber por qué actúan así, y así separarnos del conflicto y afrontarlo como algo no personal. Esto supone hacer el esfuerzo de tratar de ver el mundo como ellos lo ven, alejándonos de una visión de adultos. Esto nos ayudará a dar una respuesta más positiva a sus necesidades, sentirse comprendidos y consolados.
Con tanta tensión acumulada durante estos días, los adultos podemos perder los nervios y gritar. La causa de esta pérdida de control suele ir más allá de la conducta del niño, por lo que es importante conocernos a nosotros mismos, detectar las primeras señales y ser conscientes de lo que realmente nos importa y de nuestras verdaderas emociones. Si somos conscientes de nuestras emociones, podemos expresarlas de un modo adecuado antes de gritar a los niños.
Los niños tienen sus propias emociones, a menudo sentirán miedo, enfado o frustración ante las situaciones que tienen que afrontar y que muchas veces no entienden, como ocurre ahora con el encierro forzoso en nuestras casas. Ahora, más que nunca, tenemos que recordar que son niños y que están aprendiendo a identificar sus emociones, y están desarrollando estrategias para controlarlas. Por eso es esencial que, como adultos, sepamos responder a sus emociones y acompañarlos. Con esto no decimos validar todo lo que hacen, sino respetar la emoción y mostrar maneras menos duras de gestionarlas y expresarlas.
Nuestros niños son el futuro y hay que cuidarles para que estos días tan complicados no dejen una huella negativa en ellos.
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Eso supone que, si nosotros dejamos de gritar, les enseñaremos a no gritar. Si aun así algún día gritas, recuerda que estás educando con tu ejemplo y pide perdón por hacerlo. Es importante para ellos y les reforzará que no es una herramienta adecuada para relacionarse en el futuro.
Y muy importante, respetar al niño y a sus emociones no hay que confundirlo con la permisividad. Es esencial aplicar una disciplina positiva, dejando claro lo que se espera de ellos y aplicando consecuencias coherentes. La comunicación con ellos también ha de ser cuidada y positiva, escúchalos y explícales cómo te sientes y qué esperas de ellos.
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