Abrazar su fragilidad con pequeños gestos

A veces ella llora y no desea quedarse allí. Se aferra a mí y busca la puerta para irse. Se me parte el alma. Entonces le cuento mi cantinela más veces. En los peores días lloramos juntas abrazadas en esas despedidas.
A veces esta encantada de ir al cole y entra rápido rápido, sin apenas despedirse de mí. Pero yo ya le he contado, con el último abrazo, mi cantinela con promesa de regreso.
Mi hija tiene 2 años. Aún es muy pequeña. Acaba de aprender que, efectivamente, mamá se va a ratos, pero después regresa a por ella. Siempre. Empieza a estar tranquila cuando yo no estoy, porque empieza a confiar en que yo regreso a por ella siempre.
Conocer un poco de psicología evolutiva nos regala la sabiduría y la calma para aceptar sus miedos de criatura, y nos da claves para ajustar nuestro comportamiento adulto al suyo.
Mientras pasa el tiempo hasta que mi hija pueda asimilar que las cosas van a suceder cada día como todos los días – la dejo, me voy y regreso después y eso es una rutina– seguiré repitiéndole mi cantinela, que es la canción de la seguridad de mi hija.
